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miércoles, 25 de mayo de 2016

Batería baja (Diario de un promotor)

LA APP

Tengo muchas casas por visitar y un tiempo y un nivel de energía limitados.
Tengo una hora de comer en la que me gustaría haber ayudado almenos a una persona a disponer de la comodidad de recibir un servicio que le beneficiará.

Tengo una aplicación que sirve para escribir. Sí, ya hablé de ella. He dejado de usarla para escribir.
Ahora sirve para anotar.

Anoto a los Ausentes. Personas que por no estar en casa me han dejado mirando el centro de una mirilla estática. Luminosa.
Anoto los Rechazos. Personas que no están interesadas o pretenden no estarlo.

Anoto un montón de mierda con el bolsillo.
La anoto donde he anotado a los Ausentes y los Rechazos y ahora estoy en el mismo punto donde empecé.

Literalmente:
Rt 
reettreert rretr retret1e 22wdwre1c xswerrrttt 2c y 3cwrtt...
etc...
Tengo menos tiempo y energía y una aplicación que me sabotea por tercera vez.

Tengo un jefe de zona que aparece con un chicle y una sonrisa.
- ¿Quieres un chicle? - dice - Relaja. Es mágico.
- Gracias, Alfredo. Me vendrá muy bien - respondo, tratando de decirle al subconsciente que ese chicle me ayudará.

Lo que no tengo es idea de las puertas que debo tocar.
Me anima a probar en un edificio distinto, fresquito, pero estoy cansado y ya se me acabó el tiempo y se me gasta la batería del móvil de empresa y me falta bolígrafo y desconfío profundamente de la aplicación que ya lleva tres bromas por el estilo

La segunda vez la conté la semana pasada, al quedarme sin el móvil.
La primera vez fue con el relato de la anterior entrada. Selecciono todo para pasarlo a PDF con otra aplicación. Todo el contenido se convierte de pronto en una letra aleatoria causada porque el teclado apareció en un momento en que nadie lo llamaba...

Y me veo en el vano de una puerta, bromeando "disculpe, este aparato tarda un poco en cargar... que poco me gusta depender tanto de estos aparatos a veces"... y en ese momento surge una conversación sobre los tiempos de antaño.


EL CHICLE

Y vuelvo a casa sin un solo socio, sin batería, sin energía, un poco más viejo, y con un chicle...
Relaja. Es mágico.

Por algún designio desconocido del destino, atentando contra el subconsciente sonriente, al sentarme en el sofá, me cuesta despegar el brazo de la pierna.

Adoro este trabajo, pero cuando la mente está floja, nada tiene sentido.
Tengo un chicle pegado en la camisa. En el pantalón.

Tengo de repente ganas de exiliarme en el ombligo sucio y oscuro del mundo.
Abrir un agujero en la tierra y hundirme en él para siempre.

Huir de la realidad.

Escribir.

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    Respuestas
    1. 😞
      xD

      Aparece como comentario eliminado por el autor, ¿lo borraste o puede ser algún fallo?

      Al fin y al cabo te tomaste la molestia de comentar y ya no está.

      Eliminar

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